El 7 de septiembre de 1847, el Diario de Murcia compartió una fábula que abordaba un dilema resuelto finalmente en un tribunal.
A través de este breve relato se destaca un fenómeno que persiste con frecuencia en la actualidad: la tendencia a llevar asuntos ante los tribunales que deberían resolverse de otra manera. Esta fábula, que revela cómo en esa época los costos asociados con los procedimientos judiciales podían llegar a ser tan significativos como la cantidad en disputa en el litigio, invita a reflexionar acerca de la pertinencia de nuestros métodos actuales y a considerar si, en la resolución de conflictos, hemos avanzado verdaderamente sobre un problema que se empeña en ser eterno: la propensión inmutable de la humanidad a enredarse en las complejidades de los tribunales en disputa de cuestiones que, con mayor cordura y mesura, podrían hallar su resolución por otras vías menos costosas, más apacibles y, sobre todo, menos dolorosas.
Hay en este relato del siglo XIX una suerte de profecía sociológica, una premonición de los retos que sigue y parece que seguirá aquejando a la administración de justicia mientras no se haga una auténtica pedagogía, empezando en las escuelas, sobre la gestión y resolución de los conflictos entre personas.
Dos Lobos atrevidos
Llegaron á enconarse
Raviosos , y encendidos
A punto de matarse,
porque en el monte hallaron un Cordero,
Y querían partirlo por entero.
Después de mil debates,
palabras injuriosas,
reniegos , y dislates,
amenazas furiosas,
pensaron con reciproca malicia
lograr el fin en tela de Justicia*
Al León acudieron,
Que el pleyto sentenciase,
y observar prometieron,
Lo que déterminase,
Confiando los dos con evidencia,
Conseguir favorable la sentencia.
El León informado,
Manda que lo primero
Sea depositado
En su cueva el Cordero,
Y porque á todo trapo anochecía,
Difiere el juicio al venidero día.
Cenó el Juez lindamente,
i habiendo amanecido
El recto Presidente,
Cumplió lo prometido,
Y conforme á derecho de Leones,
Terminó la question en dos razones.
Buscad otro Cordero»
Divídase igualmente,
Y cada compañero
Con medio se contente,
Que yo quedo pagado con el preso
Por las costas causadas del proceso.
A fe que serán bobos
Los que no escarmentaren
De el Chasco de los Lobos,
Y tercos altercaren
Por conseguir injustas particiones,
Que á veces todo va con mil Leones.