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Desayuno con un abogado

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Dios en el banquillo: El caso de la taberna del Sole y la Capilla di San Lorenzo

Durante el verano pasado mientras viajaba por el sur de Italia me encontré con un pintoresco pueblo ubicado entre la brisa salina del mar Tirreno y unas colinas onduladas cubiertas de viñedos. Sin embargo, este idílico paraje esconde una historia tan sorprendente como inquietante que, años atrás, había sacudido a sus habitantes y dejado una huella imborrable en la memoria colectiva. Intrigado por lo que había escuchado mi curiosidad me llevó a decidir que mi visita, inicialmente breve, se alargaría varios días más de lo previsto. Quería desentrañar los detalles de aquella historia y en este propósito me dediqué a hablar con los ancianos del lugar y a revisar con detenimiento las crónicas que narraban el suceso.

El centro de este relato se ubica en la plaza del pueblo donde se erige la venerada Capilla di San Lorenzo, un edificio de majestuosa arquitectura que domina el paisaje con su imponente presencia. A su lado, en contraste, se encuentra La Taverna del Sole, un punto de encuentro cuyo bullicio inconfundible resuena desde el amanecer hasta bien entrada la noche. Durante las horas del día el aire en torno a la taberna se impregna del aroma del café recién molido mezclado con el inconfundible perfume de los platos tradicionales que atraen tanto a locales como a viajeros. Pero cuando el sol se desvanece en el horizonte y la oscuridad envuelve la plaza, la atmósfera de este lugar sufre una transformación radical. La taberna se convierte entonces en un santuario de juventud y desenfreno, un refugio donde los jóvenes de toda la comarca acuden en masa atraídos por la promesa de una noche de libertinaje, donde la diversión se torna en un acto de fe y el estruendo de risas y música reemplaza a los momentos de rezo en la capilla. Es como si dos mundos opuestos convivieran en un delicado equilibrio, ambos destinados de alguna manera a un inevitable enfrentamiento, como si fuerzas superiores hubiesen decretado un duelo celestial entre lo sagrado y lo profano.

Pues bien, este duelo tuvo un momento especial en la historia de este pueblo. Sucedió que la Taverna del Sole se encontraba en trámites para una ambiciosa transformación. Su propietario, deseoso de atraer aún más visitantes, había planificado una expansión que incluía una encantadora y amplia terraza. Sin embargo, el párroco de la Capilla di San Lorenzo interpretó esta obra como una amenaza directa. Para él, la expansión física de la taberna no era solo una cuestión de espacio, sino un símbolo del creciente dominio del profano sobre lo sagrado. Así que movido por esta convicción, inició una ferviente campaña para detener las obras y para ello movilizó a los feligreses con la idea de que la espiritualidad del pueblo estaba en peligro.

El destino, como suele suceder, tenía reservado un giro inesperado. Apenas una semana antes de la esperada inauguración de la nueva terraza, durante una noche tormentosa un rayo cayó con una fuerza implacable sobre La Taverna del Sole. En cuestión de segundos las llamas devoraron el edificio reduciéndolo a escombros humeantes. Lo que había sido un símbolo de vitalidad y comunidad se convirtió en cenizas en un abrir y cerrar de ojos. Para la comunidad religiosa que había seguido al párroco en su cruzada, aquello no fue sino una clara manifestación del poder divino, una respuesta a sus fervorosas oraciones. Con un sentimiento de triunfo, proclamaron esta catástrofe como una victoria celestial, convencidos de que el rayo había sido enviado directamente por la mano de Dios para castigar la osadía de quienes buscaban expandir la taberna a expensas de lo sagrado.

Sumido en la devastación y la impotencia que le dejó la destrucción de su negocio, el propietario de La Taverna del Sole, sintiéndose injustamente agraviado, decidió buscar justicia en los tribunales. Presentó una demanda con un argumento tan audaz como insólito: sostenía que la Iglesia, de una manera u otra, era la última responsable del desastre. Según su acusación, las fervientes oraciones y peticiones de los feligreses no solo habían buscado la intervención divina, sino que, en su opinión, habían provocado directamente la caída del rayo. En su convicción de que las oraciones habían desencadenado ese desastre reclamo en contrapartida una indemnización por daños y perjuicios.

El juicio que siguió a esta inusual demanda se extendió durante toda una mañana. Al concluir el juez Rossi, un hombre de principios que llevaba el peso de la justicia con seriedad, se retiró a su austera oficina en el edificio del tribunal, profundamente afectado por lo que acababa de presenciar. Los ecos del juicio resonaban en su mente y no pudo evitar llevar consigo las complejidades de este caso a sus pensamientos más íntimos. Durante varios días se vio envuelto en una intensa reflexión sobre los eventos que habían culminado en aquella sala, enfrentándose a un dilema que trascendía lo legal para adentrarse en el terreno de lo moral. La lucha entre la fe y la justicia, entre la devoción y el derecho, lo dejó sumido en una profunda angustia. Rossi había escuchado los testimonios de ambas partes, sintiendo el fervor de los fieles de la capilla y la lealtad apasionada de los clientes del bar, y había observado con atención cómo esas dos facciones se enfrentaban con miradas cargadas de resentimiento. Sus noches se convirtieron en escenarios de largas horas de insomnio, donde cada argumento, cada pieza de evidencia y cada palabra pronunciada en el juicio fueron analizados una y otra vez en su mente.

Finalmente, tras varios días de profunda meditación, el juez Rossi dictó la sentencia que todos en el pueblo aguardaban con ansias. Antes de revelar su veredicto, me gustaría compartir con vosotros un fragmento crucial del juicio, un momento que creo ilumina las razones que llevaron al juez a su decisión. Permitidme que os lleve de nuevo a esa sala de tribunal, como si el proceso estuviera ocurriendo en este preciso instante.

Imaginad el escenario: el ambiente en la sala está tenso, cargado de una expectación casi palpable, mientras el juez, con expresión severa pero imperturbable, sigue cada movimiento con ojos atentos. En medio de este escenario cargado, el abogado Morelli, representante del propietario del bar, se pone en pie. Es un hombre de porte firme y decidido, y al tomar la palabra, su voz, aunque controlada y respetuosa, resuena con una seguridad que capta la atención de todos los presentes.

Su objetivo es claro: establecer si hubo alguna conexión directa entre el devastador incendio que consumió La Taverna del Sole y la campaña fervorosamente impulsada por el párroco. La mirada de Morelli se fija en éste, quien está sentado al otro lado de la sala, y con una mezcla de cortesía y determinación, el abogado inicia su interrogatorio. El silencio en la sala se vuelve casi opresivo, con todos los ojos puestos en el párroco, a la espera de sus respuestas. Morelli comienza a desplegar su estrategia, formulando preguntas que, a primera vista, parecen insignifcantes, pero que, en su conjunto, buscan desentrañar si las acciones del párroco y sus seguidores pudieron haber desencadenado, de manera indirecta o no, la calamidad que sobrevino sobre la taberna. Sus preguntas son incisivas y precisas, sopesando cada respuesta cuidadosamente, buscando cualquier indicio de culpabilidad por parte de la Iglesia. El venerable Padre Lorenzo, se mantiene seguro, pero solo al principio.

Abogado Morelli (con un tono firme):

Buenos días, Padre Lorenzo. En este juicio necesitamos conocer las plegarias que usted y los fieles elevaron en la iglesia para pedir un milagro. Por favor, descríbanos en qué consistían esas oraciones.

Padre Lorenzo:

Buenas días, señor Morelli. Estas oraciones eran un intento de abordar una situación que considerábamos problemática en nuestra comunidad. Oramos pidiendo la intervención divina, pero no era nuestra intención dañar a nadie.

Abogado Morelli (persistente):

Comprendo, Padre Lorenzo. Pero ¿Qué palabras utilizó en esas oraciones? ¿Qué tipo de milagro estaban solicitando?

Padre Lorenzo: (respirando profundamente)

En nuestras plegarias, suplicamos a Dios que de alguna manera mejorara la moral y la seguridad de nuestra comunidad. Y en algunas ocasiones insinué la idea de que la taberna cesara sus actividades.

Abogado Morelli: (aumentando la presión con un tono más elevado)

Padre Lorenzo, ¿puede brindarnos una revelación más precisa? ¿Qué clase de milagros invocó en sus oraciones con la esperanza de que Dios destrozara ese bar? ¿Realizaron usted y su comunidad alguna ofrenda o peregrinaje en busca de la intervención divina? ¿Podría describirnos con detalles estos actos de fe y quiénes participaron en ellos?

Padre Lorenzo: (reacio)

Nuestra comunidad se unió en actos de devoción. Organizamos ofrendas de oración en nuestra iglesia, donde pedimos la intercesión divina.

Abogado Morelli: (con vehemencia y apuntando con el dedo índice)

¿No es cierto que organizaron ofrendas de oración en la iglesia, pidiendo la intercesión de Dios con lectura de pasajes bíblicos y salmos?

Padre Lorenzo: (con cierta incomodidad)

Si.

Abogado Morelli:

¿Y no es más cierto que los fieles llevaron consigo velas encendidas y ofrendas simbólicas?

Padre Lorenzo:

Cierto.

Abogado Morelli:

¿Y no es más cierto también que en una ocasión viendo que sus plegarias no eran atendidas realizaron un peregrinaje con cruces y estandartes en mano a un santuario cercano?

Padre Lorenzo:

Fue un acto de fe colectiva que involucró a hombres, mujeres y niños, todos unidos llamando a la gracia de Dios.

Abogado Morelli: (con una sonrisa afilada)

Interesante, Padre Lorenzo. Entonces, permítame: ¿Cree usted que el rayo cayó sobre La Taverna del Sole por voluntad de Dios? ¿Cree en los milagros?

Padre Lorenzo: (con una mirada perdida en la distancia y varios segundos en silencio):

Esta es una pregunta que me he planteado muchas veces desde ese día. No puedo afirmar con certeza que el rayo cayera por voluntad directa de Dios, pero sí creo que todas las cosas suceden según su plan divino. Como se refiere en el Libro de Isaías…creo recordar 55:8…: «Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dice Jehová». Mi intención era buscar una solución pacífica a nuestros problemas, y si el rayo cayó fue en última instancia la voluntad de Dios, aunque quizás no de la forma en que lo imaginé.

Abogado Morelli (después de una prolongada pausa y abriendo una Biblia que se ha traído para la ocasión):

Ya que ha mencionado el Antiguo Testamento, permítame recodarle el Libro de Mateo en el pasaje 5:23-24: «Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas allí de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda».

Padre Lorenzo:

Conozco esta cita.

Abogado Morelli:

Este versículo nos habla de la reconciliación y la responsabilidad ante las consecuencias de nuestras acciones. Pero en este caso la comunidad religiosa no buscó la reconciliación con el propietario de La Taverna del Sole antes de realizar sus actos de fe. En su fervor religioso, se omitió este paso. ¿No es cierto?

El Padre Lorenzo dejó sin responder esta última pregunta, y a continuación se sucedieron las declaraciones de los testigos. Los fieles devotos de la capilla relataron cómo habían sentido que sus oraciones eran escuchadas cuando se enteraron del incendio, mientras que los partidarios de La Taverna del Sole, especialmente los más jóvenes, expresaron su consternación por la tragedia. El resto de las pruebas incluía informes periciales sobre el origen del fuego y los hallazgos de la investigación llevada a cabo por la policía que, obviamente, no hallaron ninguna muestra de intervención sobrehumana.

Concluida la práctica de las pruebas llegó el momento de las conclusiones, empezando por los del abogado Sr. Morelli. Este pronunció una ardiente disertación en la que sostenía con firmeza que las declaraciones del Padre Lorenzo durante el juicio no podían ser interpretadas de otro modo que no fuera como una clara confesión de culpabilidad. Con gran habilidad argumentó que la Iglesia debía cargar con una evidente responsabilidad en el caso y, por ende, ser condenada a pagar una suma de un millón doscientos cincuenta mil euros.

A continuación, el defensor de la Iglesia, el abogado Di Luca, se levantó para exponer su punto de vista. Afirmó que su cliente no abrazaba la creencia en los milagros de forma absoluta, sino que consideraba que estos eran simplemente manifestaciones de la voluntad divina y que Dios, en tanto omnipresente, no requirió de esas plegarias para dirigir esa noche de tormenta su atención sobre ese rincón tan apartado del universo.

Una vez concluyeron los abogados, el Juez miró atentamente a las partes y a continuación dirigió su mirada hacia el público congregado en la sala. Después de un breve silencio, dijo: “En este momento, no puedo afirmar con certeza cómo resolveré este complejo asunto. Sin embargo, lo que puedo decir es que tenemos a un propietario de una taberna y a sus clientes que, en este punto, han experimentado un cambio profundo en su fe, creyendo ahora en el poder de la oración y de los milagros divinos. Y, por el contrario, tenemos a la Iglesia que parece tambalear en sus convicciones pero que ahora tiene más feligreses. Esto plantea un dilema muy intrigante”. Sus palabras resonaron en la sala cargadas de expectación antes de que anunciara que el caso quedaba visto para sentencia.

Ahora si, ha llegado el momento de desvelaros el veredicto y para ello os ofrezco este extracto de la sentencia:

En el ámbito jurídico, es imperativo establecer una relación causal clara al atribuir un pronunciamiento de responsabilidad por daños materiales. Tras un análisis exhaustivo no he podido establecer ninguna relación directa entre los actos de fe de la comunidad religiosa y los daños materiales sufridos por La Taverna del Sole. Por lo tanto, acuerdo absolver a la demandada de la obligación de indemnizar por los daños materiales conforme a los principios legales que rigen la responsabilidad civil por daños y perjuicios.

Por otro lado, adentrándonos en un análisis más profundo, y considerando con la debida atención las declaraciones y evidencias sometidas a juicio en esta causa, se hace patente que la comunidad religiosa actuó imbuida de una profunda devoción. No obstante, en este punto crucial, se estima que la negligencia o la omisión de deberes éticos, aun en el contexto religioso, puede dar origen a daños morales indemnizables. El versículo del apóstol Mateo citado en las alegaciones finales por la defensa de la parte demandante nos hace recordar la relevancia de la reconciliación. De hecho, se ha demostrado, mediante la propia admisión de la demandada, que la Iglesia no persiguió la reconciliación con el propietario de la taberna previo a la ejecución de sus actos de fe. En su fervor religioso, se obvió un paso de vital importancia, frustrando así las expectativas no solo de los fieles, sino también de todos aquellos a quienes la Iglesia acoge con los brazos abiertos, incluyendo al propietario del establecimiento y a quien redacta esta resolución. Además, es relevante destacar que este suceso también ha tenido un efecto de evangelización, ya que la iglesia, sin necesidad de predicación formal, ha experimentado un aumento significativo en la asistencia a sus misas, principalmente entre los jóvenes de la villa, una generación inmersa, como es ampliamente conocido, en un mundo secularizado.

En virtud de lo expuesto, este tribunal emite el siguiente pronunciamiento: la demandada será absuelta de la obligación de resarcir los daños materiales ocasionados a La Taverna del Sole. No obstante, en razón del daño moral derivado de la omisión del versículo de Mateo, se condena a la Arquidiócesis de Salerno-Campagna-Acerno a pagar al propietario del establecimiento la suma de 1.000 euros. Sin costas.

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