Todas las sentencias son injustas. Esta afirmación descansa en la propia lógica, porque es una constante de la bilateralidad antagónica del proceso. Uno gana, el otro pierde. Sentencias injustas las hay constantemente al mismo ritmo con que se dictan porque aun suponiendo la más alta honestidad de todos los operadores jurídicos, incluyendo desde luego a los abogados, la verdad es que la redacción de las leyes, la falta de formación profesional, la carencia de tiempo y sosiego para reflexionar, el colapso, la falta de medios y todo aquello que entorpece a la administración de justicia, hacen, junto a un sinfín de otros factores, que la operación consistente en dictar una sentencia, partiendo ya desde los inicios con la demanda y su contestación, se convierta muchas veces en una aventura, cuando no en una comedia o una tragedia.
Dubitatio rationabilis
Una de las anécdotas que más me ha hecho reflexionar sobre la abogacía...