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Desayuno con un abogado

La gestión de duelo

¿Cómo es posible que el juez no me haya dado la razón?

Cuando el fallo judicial no coincide con las expectativas del cliente su reacción inicial suele estar marcada por una mezcla de frustración, incredulidad y desasosiego. El cliente, que en su mente había anticipado un resultado favorable basado en su percepción de lo que es justo o lógico, se encuentra de repente confrontado a una realidad que parece ir en contra de toda lógica. «¿Cómo es posible que el juez haya decidido esto?», «Esto no tiene ningún sentido». Esta discrepancia entre la expectativa y el resultado real puede generar una intensa sensación de injusticia incluso si la decisión judicial es absolutamente legal y está bien fundamentada.

Este tipo de respuestas emocionales son comprensibles desde una perspectiva psicológica, dado que el ser humano tiende a interpretar la realidad a través de un marco personal que está influenciado por experiencias previas, valores y expectativas. Cuando la realidad externa, representada en este caso por un fallo judicial, entra en conflicto con este marco interno el resultado es una disonancia cognitiva que genera malestar y una sensación de injusticia.

Este fenómeno puede explicarse a través de la teoría de la justicia distributiva por cuanto tiene que ver con la percepción de la equidad en la distribución de recursos o decisiones. Cuando un cliente espera un determinado resultado lo hace basándose en su interpretación de lo que considera una distribución justa. Si el fallo judicial no coincide con esta expectativa, entonces lo que percibe es una injusticia distributiva y los sentimientos que acompañan a esta percepción pueden verse exacerbados si no posee un conocimiento profundo del marco legal en el que se basa la decisión o, desde luego, del propio funcionamiento de la justicia con todo lo que tiene que ver con sus carencias e imperfecciones.

Por ejemplo, en un caso de derecho penal, un cliente que ha sido víctima de un delito puede esperar que el agresor reciba la pena máxima, pero el juez en cambio acaba imponiéndole una pena más leve debido a circunstancias atenuantes. Llegado este momento el abogado tiene entonces el desafío de explicarle que la ley penal se rige por principios como la proporcionalidad y la presunción de inocencia, que aunque puedan parecer contraintuitivos desde la perspectiva de la víctima, son esenciales para garantizar un proceso justo.

Otro ejemplo: en un caso de derecho de familia un padre o una madre que han luchado en un juicio por la custodia completa de su hijo y el juez termina acordando la custodia compartida. A ojos del cliente, que considera que tiene razones de peso para ser el único custodio, la decisión puede parecer incomprensible. Sin embargo, es función del abogado ayudarle a contextualizarla explicando que los tribunales priorizan el interés superior del menor, que en muchos casos se traduce en el derecho del niño a mantener una relación significativa con ambos progenitores salvo que existan razones de peso en contra.

En términos de intervención psicológica, es esencial los abogados adoptemos un enfoque que no solo sea informativo, sino también contenedor. Debemos validar los sentimientos de frustración del cliente, reconociendo su decepción y brindándole un espacio para expresar sus emociones y, al mismo tiempo, contribuir a reducir en lo posible ese fenómeno de disonancia cognitiva, proporcionando explicaciones detalladas y contextualizadas que le permitan reconstruir su percepción del fallo dentro del marco jurídico.

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