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Desayuno con un abogado

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La prevaricación

«El juez y el abogado se vendieron«. Racionalizar el fracaso.

Las reacciones del cliente frente a un resultado adverso pueden ser dispares. Cuando se trata de reprimir la frustración puede acudir a actitudes agresivas o rebeldes (así, muchos delitos de desacato a la autoridad provienen de soluciones individuales adoptadas por el justiciable al margen del consejo jurídico), o desarrollar una regresión hacia formas de conductas pueriles (tal es el caso del cliente que al forzarle a transigir un asunto empezó a llorar en el juicio); o el supuesto, muy corriente, de quienes al decirles que tienen que pagar se marchan del despacho exclamando: “Muy bien. Si me obligan a pagar esta pensión, cerraré mi negocio y diré al Estado que me mantenga él”.

Me viene también a la cabeza el caso que leí de un ingeniero resentido que cada noche mojaba una escoba con tinta y desde el balcón se entretenía en manchar las sábanas del vecino de arriba.

Se puede incluso racionalizar el fracaso a base de una proyección de los propios defectos sobre el adversario (v.gr. son muchos los que dicen que han perdido porque el juez y el abogado “se vendieron”). Pero generalmente estos clientes no tendrían escrúpulo alguno en “comprar” ellos la misma influencia.

Pocos son los que se miran al ombligo reconociendo que no tenían razón.

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