En una anterior entrada en este blog me referí a la tarea del abogado de hacer convivir al cliente con la realidad de su caso para que no enferme con el. En este trataré de cómo abordar su enfrentamiento con la realidad.
Medios para lograr que el cliente conviva con la realidad de su caso sin enfermar.
La didáctica del abogado
La comunicación verbal con el cliente debe ser lo más didáctica posible, habilidad que no está ciertamente al alcance de todos los abogados. No se trata de hablar con el propósito de dar consuelo. Y por didáctica quiero decir que la conversación ha de transitar con un diseccionamiento del conflicto, en términos naturalmente inteligibles al objeto de que el cliente descubra que su infortunio, esto es, la injusticia que se comete contra su persona, tiene un por qué, pero éste no es ético.
Descubrimiento éste que suele ser de mucha utilidad para suprimir o disminuir el complejo de víctima que a veces invade a ciertas personas que se sienten fatalmente escogidos por el destino para toda suerte de desgracias. Y asimismo habrá de servir para evitar que a base de excesivas generalizaciones entre lo que es legal y lo que es ético, se le sumerja en una peligrosa anomia o su inadaptación pueda revertir hacia un desarrollo psicopático.
Merced a este diálogo podemos contribuir en no poca medida a un desplazamiento controlado del posible odio hacia el otro, en odio hacia el sistema, con lo cual se hará más fácil racionalizar la frustración, despersonalizar la hostilidad y, en definitiva, disminuir el sufrimiento.
El contacto con la parte contraria
Otro instrumento del que podemos echar mano es la conversación con el contrario o con su abogado, intentando una persuasión siempre, por supuesto, alejada de la coerción. Igualmente de estos posibles arreglos jamás debería tenerse marginado al propio cliente, pues lo interesante es que viva intensamente todas sus diversas secuencias tan ricas en experiencias.
El proceso judicial
Pero, en la mayoría de los supuestos, el instrumento por excelencia más característico de la lucha del conflicto seguirá siendo el propio proceso judicial.
Cuando un cliente se ve forzado a judicializar un conflicto, es esencial evaluar minuciosamente todos los aspectos antes de interponer una demanda. Más allá de los costes económicos directos, como tasas y honorarios, es crucial considerar las externalidades que el proceso puede generar. El proceso judicial, aunque sea el instrumento por excelencia en la resolución de conflictos, puede convertirse en un verdadero «campo de batalla» emocional que genere un coste psicológico considerablemente superior al perseguido.