El abogado argumentó con risueña elocuencia:
sin riesgo de fuga, mi cliente es un santo,
libertad provisional, imploro con encanto
es un viaje de placer, no hay intención de delincuencia.
Pero el juez, astuto, no cayó en la falacia,
con un golpe con el mazo, sentenció con audacia:
«Libertad denegada, no hay risas en mi corte,
vestirse de turista no es el mejor soporte.
Maletas y vuelos, evidencia contundente,
la fuga es un riesgo, claramente evidente».