La azafata, con su uniforme impecable y una sonrisa contenida, responde:
– Todos menos uno, señor. El abogado de la fila 13 está demasiado ocupado repartiendo tarjetas de visita.
El comandante frunce el ceño.
– ¿Tarjetas de visita? ¿En pleno vuelo de emergencia? ¿Qué tipo de abogado hace eso?
La azafata se encoge de hombros.
– Uno muy especial, señor. El tipo de abogado que ve oportunidades en los momentos más inoportunos.
El comandante mira por la ventanilla. El suelo se acerca como un abrazo no deseado.
– ¿Y qué dice su tarjeta de visita? ¿‘Abogado de accidentes aéreos: ¿su desgracia, mi negocio’?
La azafata se ríe.
– Algo por el estilo.
– Increíble. ¿Y qué pasa con la ética? ¿No debería dar ejemplo a los pasajeros en lugar de repartir tarjetas?
La azafata se encoge de nuevo.
– La ética, comandante, es como el equipaje de mano: algunos la llevan consigo, otros la dejan en la bodega.
El avión tiembla al tocar tierra. Los pasajeros aplauden, como si hubieran sobrevivido a un naufragio. El abogado de la fila 13 se levanta, con su traje impecable y una sonrisa de tiburón. “¿Alguien necesita ayuda legal?”, pregunta, como si estuviera ofreciendo caramelos en Halloween.
El comandante lo mira con desprecio y le increpa: “¿No tiene vergüenza?”
– Vergüenza, señor, es para los débiles. Yo soy un profesional. Y como dice en mi tarjeta de visita: ‘Cuando la vida te da turbulencias, nosotros te damos compensaciones’”.
Y así, mientras los atribulados pasajeros descienden del avión, el abogado sigue repartiendo tarjetas.
Si queréis triunfar en este mundo, matad vuestra conciencia (Conde de Mirabeu)