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Desayuno con un abogado

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El chiste

Si fuera un litigante temería un pleito por sobre casi todas las demás cosas, salvo la enfermedad y la muerte.

Esta cita, que si no yerro es del jurista americano Learned Hand, tiene en el refranero jurídico español su correspondiente adaptación en la maldición de la gitana y en una rica variedad de ancestrales refranes: «Pleito y suegra en casa ajena», «Pleitos tengas y los ganes», «Cada pleito lleva cuatro almas al infierno», «Más vale un mal arreglo, que un buen pleito», «Quien anda en demandas, con el diablo anda», etc. Este legado cultural sigue siendo representativo de una buena parte del sentir actual de la gente, exponente de la mala salud social del pleito.

Ya sabemos que el proceso adolece de muchas imperfecciones, y como ocurre con las obras humanas imperfectas, esto lo hace blanco para la más mordaz ironía. En esto algo tiene mucho que decir los descubrimientos del psicoanálisis en la mecánica de los chistes como medio de liberación de la represión. Algo parecido a las explicaciones que Freud asociara, por ejemplo, al chiste verde, o al político.

Alguna suerte de represión me habrá producido a mí el juicio de esta mañana que hete aquí que necesito liberarla. Mientras espero el desayuno lo haré echando mano de la ironía.

Estos son un abogado y su cliente al final del juicio.

El abogado le dice a su cliente:
-Como verá ha sido declarado inocente gracias a mi defensa. Pero, en confianza, dígame: ¿Fue usted quién robo el banco?.
El cliente le responde:
-Yo creo que lo robé, pero después de oír sus alegaciones ya no estoy muy seguro…

Otro chiste, esta vez en el tribunal.

– Díganos, ¿mató usted a la víctima?
– No.
– Le recuerdo que está usted bajo juramento. ¿Sabe cuál es la pena por perjurio?
– Pues no, pero seguro que es menor que por asesinato.

¡Buen provecho!

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