La manipulación del concepto con el propósito de adaptarlo a los hechos constituye una operación central en la metodología jurídica, una práctica que ha sido empleada por jueces y abogados a lo largo de los siglos. Esta técnica ha evolucionado con el tiempo y se ha consagrado bajo diversas etiquetas «científicas», tales como jurisprudencia de conceptos, jurisprudencia de intereses, jurisprudencia de valores y jurisprudencia alternativa. No obstante, es importante destacar que, según el renombrado jurista LARENZ, esta práctica debe ser diferenciada de otro tipo de manipulación, la cual carece de mérito científico: la manipulación de los hechos para que encajen en el concepto legal.
A pesar de que algunos libros de sociología jurídica mencionan ocasiones en las que los jueces distorsionan los hechos para aplicar la ley, ningún jurista serio, que sepa, ha respaldado esta última metodología. De hecho, todo lo contrario: LARENZ enfatizó de manera contundente que un juez que está vinculado a la ley no tiene permiso para modificar el supuesto de hecho legal o subsumirlo de manera incorrecta con el fin de justificar una decisión que considere justa. Si un juez desea aplicar una solución que considera justa y aún existe un margen mínimo de discreción, debe hacerlo y expresar libremente su valoración, pero no debe disfrazar este proceso como una simple subsunción.
No puedo pasar por alto la complejidad que subyace en esta incorrecta manipulación, que a menudo surge con una intención tuitiva, especialmente en áreas concretas como en el derecho de daños o en el derecho laboral. Sin embargo, lo que sucede es que al llevar al extremo la tutela de los derechos del asegurado o del trabajador, una postura que puede ser aceptable bajo la perspectiva de una jurisprudencia de valores o una jurisprudencia alternativa, se corre el riesgo de pasar de la protección de esos derechos a la satisfacción de sus necesidades subyacentes. En este proceso, la función judicial deja entonces de ser meramente la aplicación del derecho y se convierte en una forma de filantropía social.
Recuerdo haber leído en una ocasión a un periodista referirse a este tipo de actitudes bienhechoras que están en aumento entre algunos jueces. Estos, a los que denominaba «jueces campeadores», son los que dan pie a otro fenómeno también en boga desde hace tiempo: los hábitos abogaciles a las puertas de los hospitales.