Preguntó un joven letrado con el celo propio de un novato en la profesión: «He asumido la defensa en tres causas: en las dos primeras, aquellas en las cuales estaba profundamente convencido de la rectitud de mi postura, me sumergí durante semanas en una vorágine de preparativos, redactando extensos escritos repletos de admirable doctrina legal. No obstante, en la tercera, donde mis convicciones flaqueaban, me limité a esbozar cuatro modestas líneas. Para mi sorpresa, perdí las dos primeras y triunfé en la tercera. ¿Cómo debo proceder en el futuro?»
El veterano y ya anciano jurista respondió con calma: «Debes abordar cada caso con un estudio exhaustivo, explorando a fondo cada rincón en busca de los argumentos de defensa más robustos y persuasivos. No obstante, jamás olvides articular, no en reemplazo de los argumentos sólidos, sino como complemento esencial, las consabidas excepciones de litispendencia y falta de legitimación. De esta manera, si te encuentras con un magistrado estudioso, obtendrás la razón gracias a tus argumentos bien fundamentados; pero si te topas con un juez apresurado, será la excepción la que incline la balanza a tu favor».
(Adaptación de un pasaje de ELOGIO DE LOS JUECES, de Piero Calamandrei)