Una sentencia debe aspirar a convencer, pero no tanto al abogado, como al cliente. Digo esto porque en la práctica estamos acostumbrados a enfrentarnos con sentencias llenas de tecnicismos o con una densidad doctrinal de tal naturaleza que a veces terminan olvidándose hasta del propio conflicto humano que motivó el proceso, pareciendo que su autor sólo ha querido aprovecharse de esa oportunidad para lucir sus particulares méritos.
La impunidad de la multirreincidencia y la paradoja de la eficiencia tributaria
El alcalde de Lleida reclama medidas a la Fiscalía tras detener 43 veces al...